La Tecla Fértil.
La experiencia socialista en Venezuela es de coyuntura, por afluencia de
reaccionarios a la base de sustentación revolucionaria. Nadie, está preparado
para recrear un movimiento de base y, lograr un liderazgo indiscutible. Los
cuadros de la revolución se han venido abajo y su fenomenología se ha repetido
interrumpidamente, en la actualidad, se sigue manteniendo en su estructura
Estado- nación, está claro, que hablo de una identidad nacional fundacional
bajo un manto simbólico, porque el estamento militar ha fracasado en la dirección
del Estado en cuanto que ocupan un 77% de cargos públicos y, en todos hay
rastros de una corrupción descomunal que hacen aguas al Estado como estructura
fiscal y, ahora es que se delata porque aparte que las reservas internacionales
se fueron en donaciones y subvención o subsidiar los errores de otros países
que son provincias inglesas o de la monarquía española.
En consecuencia, es demagógico y populista hablar de un gobierno para el
pueblo y, hay manipulaciones lògicas que definen elementos filosóficos y
políticos que nos motivan una dirección el neoliberalismo y su instrumento
predilecto, el mercado.
Al estamento militar le corresponde
la conservación de fronteras y bajo la gradación de la GNB, cuidar las aduanas
con un personal altamente calificado, no
preparar policías en cuatro o seis meses para la ignorancia y cuyo fin es
matraquear a los civiles porque no son manejados con pulcritud los presupuestos
de defensa. Muchos que ejercen cargos en el Estado, lo hacen bajo una
concepción individualista.
Hay un epicentro de discusión y resulta viable. La Unión del Sur, debe ser
una respuesta precisa y certera para la comunicación teniendo una basa común,
la adquisición de materia prima y bienes suntuarios. Ahora bien, los directores
y gerentes hacen negociaciones fraudulentas dañando éticamente al Estado y debe
ser enjuiciados por corrupción.
No se trata de teorizar, sino de acelerar un concepto de economía más
amplio que determine como fue la formación de la democracia en Occidente. Es
una gran experiencia entender esto y por esa vìa lograr un espacio para
entender el núcleo de la vida social de los hombres libres.
Necesitamos formar opinión pública.
Para afianzar el poder se necesita disciplina y honestidad, nada de
engañar la presidencia de la república y conformar un poder político. El
fracaso de la política democrática y la consiguiente decepción ciudadana viene
por la poca atención a la sociedad. En este sentido, el pueblo no necesita salarios,
sino acceso a los ali8mentos y seguridad sanitaria, nadie debe fragmentarla
sociedad civil como lo hizo el movimiento opositor venezolano., no supo
reestructurar el factor empresarial y a la sociedad organizada para lograr los
requerimientos de sobrevivencias, porque no estamos preparados para tal fin.
Maduro, debe tener ingenio para ganar las elecciones de 2024, los números,
ahora, sí no dan. Se necesita una interpretación cierta del campo político. Sus
amigos de gabinete le estaban preparando una frazada para derrotarlo, te
arropan y aniquilan políticamente y te sacan al destierro o, te matan o
envenenan. De eso, Venezuela esta lleno de movimientos con distintas
nacionalidades. Por el otro lado, los millonarios controlando las farmacéuticas
y laboratorios para aniquilar personas y niños y profundizar los secuestros de
niños.
Biden no supo interpretar a los demócratas direccionados por Obama para
destruir a Trump. Saben que, con Donald volverá el crecimiento económico y la aplicación
de la ley., al final los alegatos poco sirven., solo observaremos una manipulación
y una corruptela progresiva del poder. Debido a una carencia de dirección política,
los negros musulmanes acaban con centros comerciales en Estados de EE.UU. Y no
es racismo, es un asunto de educación y la intromisión de USA en el África y
Este asiático.
La visita del Canciller Ruso traerá cola. Los MASS- Media hacen en silencio
su labor de irrumpir en las estructuras sociales.
Hay que evitar engorros políticos. El poder no puede quedar a expensas de
empiristas. Que, en el futuro serán recordados por escándalos sexuales con
muñecas y, por ser figuras políticas centrales, sin ninguna expectativa política.
¡Pero, que pasa en USA! Biden se
encuentra en su peor momento y con múltiples escándalos políticos, que, pone en
juego la reputación del mayor imperio en la actualidad.
El modelo de
dictadura comisarial busca fortalecer al Estado para encarar la amenaza revolucionaria.
En ese sentido tiene por objeto el reforzamiento de las atribuciones del jefe
del ejecutivo (presidente del Reich) a partir de una reformulación del concepto
de soberanía y un fuerte cuestionamiento a los intentos del derecho liberal
para hacer calculable y previsible toda acción estatal.
Schmitt retoma
la noción bodiniana de la soberanía orientada al caso de excepción, esto es, al
caso en que el príncipe debe faltar a las promesas hechas al pueblo o a los estamentos
en virtud de un estado de extrema necesidad o urgencia, que lo faculta para
violar el derecho vigente (Jean Bodin, Seis libros sobre la República). La
situación excepcional como situación de extrema necesidad, de peligro para la
existencia del Estado o de vacío constitucional es presentada por Schmitt como
una situación en la que se plantea el problema de quién es competente cuando no
hay prevista competencia alguna, de a quién corresponde la presunción del poder
ilimitado y de a quién corresponde la toma de decisiones en última instancia. Y
será esta misma situación de excepcionalidad la que reina el concepto de
soberanía schmittiano: “Soberano es quien decide sobre la situación
excepcional”. En esas condiciones, la noción de soberanía se define en términos
de la actuación estatal en ausencia o en contra de la norma.
Schmitt expone
una segunda forma de caracterizar la soberanía, esta vez como decisión con
valor jurídico autónomo que se constituye en el fundamento último de validez
del ordenamiento jurídico. El argumento de Schmitt se dirige aquí a demostrar
que las decisiones de los órganos estatales sobre casos concretos tienen un valor
jurídico propio que no procede de su remisión a normas generales y abstractas, dado
que el presupuesto y el contenido de la competencia del Soberano son
ilimitados. Una tercera dimensión de la soberanía es derivada por Schmitt de la
capacidad para crear y garantizar el orden. En su Teología política Schmitt afirmará
esta tercera esfera aunándola a la capacidad de la autoridad para crear el
derecho sin necesidad de atender al orden jurídico preestablecido. En otras
palabras, es la capacidad de crear y garantizar un orden lo que dota de
legitimidad al Soberano y confiere validez jurídica sus decisiones. Ahora bien,
no se trata de un orden objetivo, muy al contrario, se trata de un orden
subjetivo determinado por el Soberano, quien define en qué consiste el orden y
el desorden. De esta suerte, el orden consiste en que haya una instancia que
decida en último extremo y que sea capaz de imponer sus decisiones.
Si la soberanía
descansa en una decisión autoritaria, en el ámbito interno la principal función
del Estado residirá en la declaración de “hostis”, esto es, en la definición
del enemigo interno, su expulsión de la comunidad de paz y la definición de
medidas para su enfrentamiento, a in de lograr la pacificación del territorio y
el mantenimiento de la paz, la seguridad y el “orden”. La declaración de
enemistad alcanza mayores dimensiones si se tiene en cuenta que es justamente
la relación amigo-enemigo la que define el ámbito de lo político. Desde este
punto de vista, el Soberano tiene la facultad de decidir qué asuntos tienen
relevancia política y cuál debe ser su tratamiento.
La teoría de la
soberanía expuesta hasta aquí se sumará a una crítica del estado de sitio
liberal, para justiciar el modelo de dictadura comisarial schmittiano. Según el
autor, el estado de sitio se erige como una situación regulada de hecho que no
precisa declaración alguna por parte de la autoridad pero que además impone
limitaciones a las atribuciones del Soberano en situaciones de extrema
necesidad. Esta regulación se
contrapone a la
dictadura para acabar sin contemplaciones con el enemigo interno.
La dictadura,
según Schmitt, es un instrumento al que el Estado no puede renunciar si desea
mantener el poder, mientras que el estado de sitio, artificio del derecho liberal,
convierte la actuación estatal en un ejercicio limitado y previsible. Populismo,
Estado autoritario y democracia radical en América Latina
La línea
argumentativa de Schmitt se extiende desde aquí hacia la configuración de un
modelo de dictadura comisarial como aquel que, a partir de la Constitución de
Weimar, permite al presidente del Reich “adoptar cuantas medidas considere necesarias
para el restablecimiento del orden y de la seguridad públicos, aunque estas
medidas constituyan una violación de otras disposiciones constitucionales distintas
de las enumeradas en el mismo artículo”. La lectura de Schmitt sugiere que
el apoderamiento
del presidente lo faculta no solo para adoptar las medidas necesarias para
restablecer el orden sino también para suspender determinados artículos de la Constitución.
Con esto, Schmitt justifica al presidente como un dictador comisario en
circunstancias de crisis.
No obstante, las
atribuciones desorbitadas del presidente, la dictadura comisarial se reserva
algunos límites. La dictadura comisarial limitaría la acción presidencial al mantenimiento
del status quo. Un matiz importante es introducido por Schmitt al restar al
presidente las potestades legislativas y judiciales. En este orden de ideas,
“el presidente no puede crear derecho ni en la forma de normas generales y
abstractas que deroguen las leyes promulgadas por el parlamento, ni en la forma
de decisiones sobre los casos concretos”.
Ahora bien, en
Venezuela y Nicaragua estamos en un régimen ante cual perfil y, la razón de
nuestro empobrecimiento. Para esto, jamás
habrá una respuesta adecuada.
Más allá de toda
retórica, no parece exagerado atribuirle a la crisis actual su dosis de
incertidumbre en cuanto a la trayectoria que le depara. Cabría aquí, sin
embargo, un punto resulta claro. Las clases dominantes harán seguramente todo
lo que sea posible para desplazar el impacto de la crisis hacia quienes
dependen del trabajo. La crisis financiera y la recesión económica trasladarán
sus “costos” a los presupuestos sociales y el empleo. La asignación de fondos
públicos para adelantar la política de rescate de las entidades financieras “demasiado
grandes para quebrar” (“too big to fail”) es tal vez el más inequívoco anuncio
de ello.
* Escrito por Emiro Vera
Suárez, Profesor en Ciencias Políticas. Orientador Escolar y Filósofo.
Especialista en Semántica del Lenguaje jurídico. Escritor. Miembro activo de la
Asociación de Escritores del Estado Carabobo. AESCA. Trabajo en los diarios
Espectador, Tribuna Popular de Puerto Cabello, y La Calle como coordinador de
cultura. ex columnista del Aragüeño
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