La Tecla
Fértil
El filósofo
británico Bertrand Russell, como miembro de una delegación del Partido
Laborista, estuvo cinco semanas de 1920 en la Rusia bolchevique con las que
comprendió, que todo lo valorable de la vida humana se estaba destruyendo para
implantar una filosofía simplista e intolerante que impondría una miseria
inaudita a muchos millones de seres humanos, como afirmó en su obra Teoría y
práctica del bolchevismo. Para entender este hecho Russell estudió los
guardianes de Platón, los puritanos de Cromwell, el Directorio francés y la
analogía de Alexis de Tocqueville sobre los seguidores de Mahoma; hasta que dio
con el Sermón de la Montaña. “Las esperanzas que inspira el comunismo son en
general tan admirables como las infundidas por el Sermón de la Montaña, pero se
sostienen con el mismo fanatismo y es probable que hagan el mismo daño […] La
guerra ha dejado en toda Europa un estado de ánimo de desilusión y desesperanza
que pide a gritos una nueva religión como única fuerza capaz de dar a los
hombres la energía necesaria para vivir vigorosamente. El bolchevismo ha
aportado la nueva religión. Promete cosas gloriosas”.
El filósofo
religioso ruso Semyon Frank, judío de nacimiento que tras abandonar su marxismo
juvenil se convirtió al cristianismo ortodoxo, consideraba al dios judío tan
alejado del mundo como las imaginaciones utópicas del socialismo; y no dudó en
denunciar el encaprichamiento de la intelectualidad rusa con la idea socialista
de forma clarividente: “al sacrificase por esa idea, no vacilan en sacrificar
también por ella a otras personas. Sólo ven entre sus contemporáneos a las
víctimas del mal del mundo que sueñan con erradicar a los perturbadores de ese
mal […] Este sentimiento de odio a los enemigos del pueblo constituye el
cimiento psicológico concreto y activo de su existencia. Así, el gran amor a la
humanidad del futuro da origen a un gran odio al pueblo. La pasión por
entronizar un paraíso terrestre se convierte en pasión por la destrucción”.
Frank comprendió que los revolucionarios eran realmente monjes militantes de la
religión nihilista de la satisfacción terrenal que rehuían la realidad de este
mundo, mediante una fe idolátrica basada en la incredulidad religiosa y en una
satisfacción de sus necesidades materiales mediante la fuerza y la guerra. Como
es lógico, Semyon Frank no tardó en verse, camino del Gulag en 1922 por
denunciar el milenarismo igualitarista de las sectas religiosas europeas del
siglo XVII que siempre estuvieron insertadas en la nueva religión bolchevique,
que como en la Ilustración francesa, deseaba convertir al hombre en Dios.
Dos
concepciones diferenciadas que nos dan un criterio de una sola realidad y hoy
Rusia es otra verdad interesante gracias al giro que le dio Putin y con una
mira desarrollista enrumba a esta nación igual que el presidente de Cora del
Norte hacia un Estado unificado sin pretexto religioso y un aceleramiento de su
economía, donde los colectivos de ambos países se fortalecen en un mejor vivir
y recreación con un sistema de transporte óptimo.
Hoy Europa se
desintegra por el asunto religioso y los intereses católicos, musulmanes y
protestante. El principal provocador de esta nueva era de masas es su propio
régimen parlamentario que se crea tensiones con Hispanoamérica y el mundo
latino, La Unión Europea quiere cimentar distorsiones genéricas hacia las
burbujas económicas fomentando sanciones a los países democráticos. En una
oportunidad, los votantes
los votantes
italianos del Partido Popular se pasaron al Partido Fascista y el Partido del
Centro alemán dio su apoyo para que Hitler alcanzase el poder. Esto confirmó la
relación de los movimientos Totalitarios con las Iglesias, como ya había
ocurrido con los bolcheviques en Rusia, el primero de los hermanos ilegítimos
de la religión que al tomar el poder dejó bien patente los horrores de la
racionalidad aplicada
Ahora bien, el
ambiente anterior a la I Guerra Mundial hizo, que las masas católicas se
dividiesen entre cristianos demócratas socialistas, conservadores y
nacionalistas, llevando al Vaticano hacia una posición de neutralidad, porque
Benedicto XV temía que un conflicto tan terrible desarrollase una vasta
Revolución social. Y en este contexto de apoyo católico a la Guerra, la Iglesia
se vio abocada a participar directamente en política mediante, la creación del
nuevo Partido Popolare italiano –PPI- creado en 1919 bajo la dirección del
sacerdote siciliano Luigi Sturzo, que obtendría el 20 por ciento de los votos
en ese mismo año –un quinto de los escaños- que le permitió entrar en la
coalición de Gobierno, que estableció el Partido Socialista de 1919 a 1922, al
negarse este a colaborar con los partidos burgueses. Pero la quiebra moral del
Estado italiano no podía impedir que grandes zonas de Italia fuesen dominadas
por las bandas fascistas. Además, el PPI tenía un ala derecha bajo la figura de
Stefano Cavazzoni, el padre Gemelli y el Conde Groscoli que no tardaron en
introducirse en el Partido Fascista. En esta sitiuación Luigi Sturzo se vio
obligado a emigrar a Londres, De Gasperi tuvo que tomar el mando de lo que quedó
del PPI que fueron los que boicotearon la Cámara parlamentaria controlada por
los fascistas como protesta por el asesinato de Matteotti, dirigente
socialista, hasta que fueron expulsados y De Gasperi tuvo que pasar al exilio
interno. Así, la Iglesia no tuvo más camino, que firmar los Tratados de Letrán
y el Concordato de 1929 con Mussolini; y con estos acuerdos se reintrodujeron
los crucifijos en las aulas, se permitió la Semana Santa, se devolvieron las
propiedades confiscadas a la Iglesia, se ilegalizó la masonería, se prohibido
el aborto y los concursos de belleza, se permitió el trabajo de Acción Católica
y se concedió la soberanía de la ciudad del Vaticano sobre un territorio de 44
hectáreas.
Por otro lado,
no podemos dejar de reseñar que el Vaticano utilizó sus míticas riquezas
durante la I Guerra Mundial, para repatriar a los prisioneros de guerra y
socorrer a los refugiados civiles por orden de Benedicto XV, mientras que Pío
XI no dudó en agotar las arcas vaticanas para ayudar a las masas arruinadas por
la inflación en la Alemania de Weimar, tanto como a las masas hambrientas de la
Unión Soviética. Y como afirma el profesor Burleigh “sólo la generosidad y el
talento financiero de católicos norteamericanos, que aportaron más de la mitad
de los ingresos del papado en la década de 1920, impidieron la ruina económica”
En 1936, un
académico orientalista de la Academia de Ciencias Soviéticas llamado
Krachkovski afirmó “que el presidente será Stalin, que se convertiría de ese
modo en José Primero, el nuevo emperador de todos los rusos… El comunismo se
está convirtiendo en la religión nacional de Rusia, lo mismo que el fascismo se
está convirtiendo en la religión nacional de Alemania y de Italia y el
kemalismo en la religión nacional de Turquía. En todos estos movimientos es
característico el odio a las religiones preexistentes (ortodoxia, catolicismo,
luteranismo, islam), por una parte, y el culto al vozhd, por
otra. Porque cuando se llama públicamente a Stalin padre y vozhd de
los pueblos, entonces queda eliminada la última línea que les separa del Führer
Hitler” De esta forma, debemos volver a incidir
en que los partidos totalitarios se reproducían como una evolución sectaria y
maniquea de la Iglesia oficial, dividiendo al mundo en bien y mal, nuevo y
viejo, luz y oscuridad, para poder demonizar a sus enemigos, especialmente a
los <<herejes>> dentro de su propio partido
Son
apreciaciones personalistas, pero, en la vieja Rusia, después de la experiencia
de Trotsky, Stalin y Lenin, de Gramsci en Italia sin olvidar a Benito Mussolini
y de Mao Zedong en China, había que ir a nuevas reformas políticas y
económicas, dejando al Vaticano de lado por sus objeciones y oscurantismos en el
campo de las brujas y herejías y su desvío de los asuntos bíblicos.
En este
sentido, René Fülop-Miller afirmó que el bolchevismo es, por tanto, el
resultado de la transferencia de las máximas jesuitas a las tácticas
revolucionarias; su espíritu es el mismo que el de la ecclesia
militans de Ignacio de Loyola […] el hombre, por tanto, para que sea
feliz en el sentido bolchevique, debe obedecer no la verdad interior de la
conciencia, sino las órdenes de una serie de autoridades que, por ser más
inteligentes, se proclaman capaces de sopesar sobriamente qué es lo mejor y lo
más útil para la comunidad. Acordémonos, que uno de los primeros en destacar
las características sectarias de la intelectualidad revolucionaria rusa, fue
Semyon Frank; pues estos monjes-revolucionarios practicaban la autodisciplina
ascética y proclamaban las doctrinas infalibles de la salvación mientras
perseguían con odio, saña e intolerancia a todos los incrédulos. Que Max Weber
destacó que un estrato de intelectuales rusos desclasados estaba profesando una
veneración casi supersticiosa de la ciencia como creadora o profeta de la
revolución social, pacífica o violenta, para la salvación del dominio de clase.
Y que Lenin pensando que la clase trabajadora sólo podía tener conciencia
sindical, necesitaba someterse bajo la tutela de un partido misionero-marxista.
La secta
practicaba hacia el mundo exterior la conspiración, la amoralidad y el engaño
mientras que para sí misma exigía la transparencia de una prisión panóptica,
con todos los miembros expuestos al escrutinio colectivo de su alma
revolucionaria mediante prácticas de confesión, purificación y purga.
El papel de la
Iglesia católica ante la época de los dictadores debe entenderse desde una
amplia perspectiva, por ser una institución global en un periodo histórico
realmente anómalo, como hizo el novelista católico Graham Greene cuando
escribió sobre la persecución religiosa que se desarrolló en México, poco
después de la <<guerra religiosa>> de España, y que tituló El poder
y la gloria. El conflicto entre la Iglesia y el Estado en México se originó con
la Constitución de Querétaro, que habiendo tomado como modelo la separación de
Iglesia y Estado de la Francia de 1905 con leyes abiertamente anticlericales.
Pero con la sustitución en la presidencia de México de Álvaro Obregón por
Plutarco Elías Calle, de origen libanés, cuyo anticlericalismo visceral se
considera producto de su condición de hijo ilegítimo, el enfrentamiento entre
Iglesia y Estado se profundizó con el cierre de 73 conventos, 129 colegios
religiosos y 92 iglesias a las pocas semanas de llegar al poder; mientras
comenzaron a desarrollarse museos del ateísmo, como el que Graham Greene visitó
en Chiapas; se prohibió utilizar el adiós, se prohibió llevar crucifijos, se
retiraron las cruces de las tumbas y se hicieron hogueras con santos en
presencia de las Camisas Rojas juveniles de Caníbal. La presión estatal llevó a
los católicos hacia una rebelión abierta en los Estados del centro-oeste
–Jalisco, Zacatecas, Colima, Michoacán y Guanajuato- bajo el grito de “Viva
Cristo Rey” y la dirección del General Enrique Gorostieta, curiosamente un
agnóstico, masón y liberal, que eso sí no era su caudillo. Estos cristeros
mantuvieron durante tres años una guerra de guerrillas, con la que acorralaron
a las modernizadas tropas gubernamentales en sus enclaves urbanos,
derrotándolas incluso en campo abierto, en la que murieron unas 70.000 personas
y noventa sacerdotes fueron asesinados por su cargo
Un claro indicio de la verdadera concepción
revolucionaria marxista, de las izquierdas españolas en la II República, puede
observarse en que cuando la CEDA ganó las elecciones de 1933, lo consideraron
un Golpe de estado del <<clerical-fascismo>> y promocionaron
levantamientos independentistas y obreros en Asturias y Cataluña.
El Papa Pío XI
tuvo que navegar entre el ejemplo austriaco, portugués e irlandés, la furia
anticlerical de Rusia, España y México y el ateísmo neopagano de fascistas y
nacional-socialistas. Recordemos que Mussolini llegó a suprimir a Acción
Católica, por considerarla el mayor reto subversivo contra el Estado Totalitario
fascista y que el Vaticano tuvo graves enfrentamientos con los que denominó
<<falsos profetas del nazismo>> por conducir a las masas a la
condenación eterna, a la par que el católico partido germano de centro se
deslizaba hacia las fauces del nacional-socialismo, basado en las
anticristianas políticas eugenésicas y antisemitas, que violan las doctrinas
del derecho natural, tan decisivas en el desarrollo de la autonomía y la
integridad de la familia de la que se empapaba la Iglesia católica.
Los nacional-socialistas
no tardaron en contestar a estas intromisiones católicas controlando la red de
beneficencia de Cáritas, cerrando los asilos y las instituciones católicas,
encargando a la Gestapo el soborno de niños para alentar una campaña contra los
abusos sexuales de la Iglesia católica, incluyendo a las organizaciones
católicas juveniles en las Juventudes Hitlerianas, clausurando las
publicaciones y periódicos católicos –en 1935 ya no existía ninguno de los
cuatrocientos diarios católicos-, se humilló a la famosa <<Virgen
negra>> de Czestochowa, se identificó a los jesuitas con los judíos, se
tildó al futuro Pío XI, secretario de Estado Pacelli, de comunista y se
presionó a los padres alemanes para que apoyasen la laicización de las
escuelas. Eso sí, todas estas medidas más la violencia de grupos
nacional-socialistas contra las reuniones de grupos o procesiones católicas,
terminó provocando una campaña de desobediencia civil que hizo que el Partido
Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes –NSDAP-, diese marcha atrás en
esta campaña anticlerical; mientras que el Santo Oficio –la antigua
Inquisición- condenaba a las ideologías marxistas y nacional-socialista de
<<herejías sociales>> que alumbró el camino de la encíclica de Pío
XI,
Así que invito
a La Cancillería leer sobre la actuación del nazismo en España y Europa y la reacción
de los cuerpos diplomáticos ante la actitud de algunos mal llamados
izquierdistas que quisieron levantar a la comunidad europea en una cacería de
brujas y, lo que hicieron es radicalizar las presiones del Vaticano , Rusia y el
norte de África aislando a Alemania hasta derrotarla y neutralizar a Benito
Mussolini.
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